martes, 19 de enero de 2010

El amante intermitente (parte I)

Ya he perdido la cuenta de cuantos años hace que empezó mi historia con el amante intermitente...
Creo que aun estaba yo terminando los "dieci" y conocí a un tipo bastante mayor que yo al que decidí hacer caso por una noche. La historia no salió bien y caí en brazos de uno de sus amigos que esperaba paciente apostado en la sombra de nuestro fracaso a que la cosa se torciera y él fuera el hombro sobre el que llorar mi pena. Pues sí, lo consiguió. Era demasiado encantador para no lograrlo y yo demasiado imprudente, vengativa y necesitada de admiración continua para no querer lucir a su lado. Nunca me deslumbró él, sino el hecho de matar de envidia a todos los demás; y yo quería dejar que miraran.
De aquellas primeras épocas recuerdo tres frases, tres, que sentenciaron que la cosa no iría por buen camino. La primera la soltó él: "¿Quieres que amueblemos este piso?". Me lo soltó una noche, poco después de empezar a quedar, estando en su casa (bueno, en una de sus casas, que el chico estaba sobrado de todo). Me quedé en estado de congelación. Si hubiera dicho que sí, seguramente a fecha de hoy tendría un par de hijos, un par de casas, un par de coches y un montón de cosas más además de un montón de cuernos y un ex-marido con el que lidiar que me dejaría agotada y sobre todo muy aburrida. Todo eso se me pasó por la cabeza entonces. Estaba bien salir con él para fardar un poco y divertirme, pero quieto, que eso era ya ir mucho (demasiado)más allá.
Así que me limité a sonreír y a no decirle nada. Ahí me di cuenta de que él iba en serio y él se dio cuenta de que yo aun no quería nada. La expresión de su cara lo dijo todo tras mi silencio; para él fue un jarro de agua fría y supe que desde entonces la cosa seguiría, pero mal encaminada.

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