Ya he perdido la cuenta de cuantos años hace que empezó mi historia con el amante intermitente...
Creo que aun estaba yo terminando los "dieci" y conocí a un tipo bastante mayor que yo al que decidí hacer caso por una noche. La historia no salió bien y caí en brazos de uno de sus amigos que esperaba paciente apostado en la sombra de nuestro fracaso a que la cosa se torciera y él fuera el hombro sobre el que llorar mi pena. Pues sí, lo consiguió. Era demasiado encantador para no lograrlo y yo demasiado imprudente, vengativa y necesitada de admiración continua para no querer lucir a su lado. Nunca me deslumbró él, sino el hecho de matar de envidia a todos los demás; y yo quería dejar que miraran.
De aquellas primeras épocas recuerdo tres frases, tres, que sentenciaron que la cosa no iría por buen camino. La primera la soltó él: "¿Quieres que amueblemos este piso?". Me lo soltó una noche, poco después de empezar a quedar, estando en su casa (bueno, en una de sus casas, que el chico estaba sobrado de todo). Me quedé en estado de congelación. Si hubiera dicho que sí, seguramente a fecha de hoy tendría un par de hijos, un par de casas, un par de coches y un montón de cosas más además de un montón de cuernos y un ex-marido con el que lidiar que me dejaría agotada y sobre todo muy aburrida. Todo eso se me pasó por la cabeza entonces. Estaba bien salir con él para fardar un poco y divertirme, pero quieto, que eso era ya ir mucho (demasiado)más allá.
Así que me limité a sonreír y a no decirle nada. Ahí me di cuenta de que él iba en serio y él se dio cuenta de que yo aun no quería nada. La expresión de su cara lo dijo todo tras mi silencio; para él fue un jarro de agua fría y supe que desde entonces la cosa seguiría, pero mal encaminada.
martes, 19 de enero de 2010
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