viernes, 4 de junio de 2010

jueves, 3 de junio de 2010

Escaleras

El juego que dan las escaleras de mi casa...

Un piso más arriba del mío vivía hasta hace unos meses el que durante más de dos años ha sido mi amante a escondidas. Subir y bajar escaleras se convirtió, además de en un ejercio de lo más saludable, en el preludio de ratos y horas maravillosas.

Un frío día de enero mi querido amante se marchó a un viaje de trabajo prometiendo vover como siempre. Pero nunca volvió. Nunca escribió. Nunca más llamó.

(Nota aclaratoria: sí volvió, de visita relámpago para recoger sus cosas, pero no me avisó, motivo por el cual, al enterarme de ello, decidí yo tampoco dar señales de vida)

Y en su casa se instaló parte de su familia... Qué guasa.

Y hoy coincido con su hermana subiendo por la escalera. Muy maja ella (sin sarcasmos, de verdad) y eso que me cuesta un triunfo saber que parte de él está ahí arriba, donde teníamos nuestro nido de (¿en algún momento amor?) pasión, y tener que poner cara de no saber ni quién era el vecino de arriba.

Y cinco minutos después de nuestro hasta luego sonrisa en boca, suena el timbre de mi puerta. La hermanísima, con mi reloj de pulsera en su mano. Qué oportuno el relojito para caerse y yo qué inutil por no enterarme de que voy perdiendo mis pertenencias por la escalera.

Ay! lo que me cuesta poner buena cara y no gritarle dile a tu hermano que tengo ganas de abofetearle, que llevo meses sin levantar cabeza y que no entiendo nada.

Sonrío y le doy las gracias. Segundo hasta luego.

Si ellos no se van, empiezo a plantearme irme yo porque ya no soporto la posibilidad de que aparezca ni de visita en la ciudad, porque no quiero tener noticias de qué ha sido de él aunque me muera de ganas de saberlo, porque si le veo me voy a derretir, me voy a hundir, podría hasta recaer y no quiero, o mejor dicho, no debo. Porque no soporto ni subir por la escalera a la que nos agarrábamos juntos subiendo y bajando. Porque este secreto que casi no sabe nadie me está matando, me está quemando, me está consumiendo. Porque me voy, me escapo cada vez que puedo y, cuando creo que puedo olvidarlo, regreso y veo que no es cierto.

No creo que me merezca que no me diga ni adiós; pero así lo ha hecho. Le intento odiar pero ni eso puedo. No me puedo creer que después de más de dos años no sea capaz de decirme ni un hasta luego, no me lo creo, no me lo creo, no me lo creo...

Supongo que sólo queda esperar y que el tiempo vaya borrando poco a poco todos mis recuerdos.

Y encima estoy a dieta. Viva el verano, el bikini y la tiranía de los cuerpos perfectos.
Me espera mi cena-manzana y mi novio al teléfono.

lunes, 22 de marzo de 2010

Despedida a medias...

El final parece que ya ha llegado, pero sólo a medias...

Cuando no hay despedida, cuando no hay un adiós, cuando sólo hay una huida, alguien que desaparece sin más, ¿qué debe pensar quien espera?

Lo único que revela esa situación es que quien huye no quiere afrontarla.

Y si no quieres decir adiós, porque no sabes cómo hacerlo, es porque en el fondo no quieres que tus labios lleguen a pronunciar esa palabra: adiós...

Es una manera cobarde de no cerrar un capítulo, de no saber qué hacer y de dejar las cosas abiertas por lo que pueda pasar más adelante. Es una manera egoísta de creer que si otras cosas no te salen bien, quizás, el día de mañana haya otra oportunidad de hacer bien lo que no se supo ni siquiera manejar medianamente antes...

Hay una canción que dice "Y si al final, dormimos sin hablarlo, no nos influirá de modo alguno. Y al despertar, si lo hemos olvidado, quizás no habrá final...".

Yo quería un final; lo quería para agarrarme a él y cerrar el capítulo para siempre. Pero ahora ha quedado todo abierto.

Y lo peor es que pasará mucho tiempo hasta que la partida registre un nuevo movimiento. Y ese movimiento lo hará él. Y lo hará cuando ya casi yo no piense en que las heridas siguen doliendo y haya logrado levantar el vuelo y rehacer mi vida por otro camino. Y conseguirá que mi mundo se derrumbe; una vez más...



Y lo peor es que siempre he sabido todo lo que iba a ir pasando.



Y lo peor es que en esta historia siempre lo he anticipado todo; y nunca, nunca me he equivocado.


Y me temo que será así una vez más.

domingo, 21 de febrero de 2010

Esperando...

Esperando el final.

Quiero que lllegue ya, que todo termine y poder descansar.

sábado, 20 de febrero de 2010

De principio a fin... o al revés

Me ha sucedido que, hace ahora algo más de dos años, comenzó algo inesperado en mi vida que, casi desde el principio, me hizo preguntarme de manera constante cuándo llegaría el momento de su fin...

Dudas, dudas, dudas...

Puede, aunque confieso que aun no estoy segura de si es así, que ese fin esté cerca; o que incluso haya llegado ya...

Ahora la duda que empieza a asaltarme es si este final no es nada más que el comienzo del principio.

Del principio que debió ser y que aun no ha sido.

A veces hay que acabar con algo que estamos haciendo mal, alejarnos un poco y empezarlo bien, otra vez, desde el principio.

Hoy no necesito un Martini; hoy vamos con algo más fuerte, quizás un Jack Daniel´s...

Aunque sólo tomaré un trago; como siempre, no podré con más, pero aportará dramatismo al drama.


Nuevamente: salud!



martes, 9 de febrero de 2010

El amante permanente (fin)

La tercera entrega del amante intermitente que cerraría la historia que empecé a contar no llegará; no al menos de momento. No estoy de ánimo para seguir hablando de ello.

Sólo contaré que tras hacer que desapareciera de mi vida y pasara de estado intemitente a estado ausente, no sé cómo consiguió aparecer otra vez.

Y ahora (porque sigue aquí) se ha ganado el título de amante ocasional intermitente y en insistencia permanente.

Creo que tengo yo la culpa de que no desaparezca del todo...

Sí, definitivamente la culpa es mía.

Pero es que me lo paso bien con él, me divierto... Supongo que es fácil es seguir en una situación así; la clave está en que no le quiero.

Me voy a preparar un Martini.




Salud!

miércoles, 20 de enero de 2010

El amante intermitente (parte II)

La segunda frase que actuó cual iceberg contra el Titanic entre nosotros la pronunció pocos días después de la primera un amigo de mi amante intermitente.

Aun con una relación por definir tras mi silencio por contestación a algo tan directo como su pregunta, y aun con todas las dudas martilleándole la sien sin parar, seguimos adelante; él con la sonrisa forzada y yo al más puro estilo Escarlata tratando de pasarlo por alto y haciendo sonar en mi cabeza aquello de: "ya lo pensaré mañana".

El siguiente paso era socializar más allá de los amigos cercanos con los que ya habíamos compartido risas y copas. Y el escenario elegido fue una barbacoa en el Club del que era socio de toda la vida. Bueno, bueno, bueno. A mi lo que más quebraderos de cabeza me dio fue elegir qué modelito ponerme (qué frivolidad, por Dios)y no era consciente del papelón que me estaban poniendo delante. Todo iba (aparentemente) divinamente cuando en mitad de la cena el citado amigo me ofreció algo recién salido de las brasas y soltó bien alto: "come, come, que tú nena aun tienes que crecer".

Silencio absoluto repentino.

Creo que el pobre no fue ni consciente de lo que soltó por la boca. Borracho como una cuba, simplemente se limitó a decir lo que todos estaban pensando sobre mi, pero que por respeto (jajaja!!!) no iban a comentar hasta que yo ya no estuviera o ellos se hubieran ido.
Es lo que tiene tomar copas preparadas llenando el vaso de vodka añadiendo sólo un tapón de refresco de naranja...

Me quedé bastante cortada, la verdad, y más al comprobar que la mirada de mi amante intermitente no sabía ni donde posarse.

Prueba no superada.

La no aceptación de la diferencia de edad por sus comunes y mi falta de interés real para un compromiso serio fueron lo que hizo que la relación siguiera pero que no llegara a otra denominación para los dos implicados que no fuera la de "amantes".

Lo que no entiendo es cómo pasaron casi cuatro años hasta que decidí que ya bastaba...